CIENTÍFICAMENTE COMPROBADO
Hay al menos una frase que en la
cultura popular se relaciona con la ciencia, pero que jamás un científico pronunciará: “está científicamente comprobado”. Esta frase es propia únicamente de los
anuncios de shampoo, detergentes y remedios varios, así como en las
afirmaciones de los charlatanes. En pocas palabras la gente la usa para convencer.
Es la idea que se ve en la televisión
y a veces lamentablemente a nivel educativo donde nos presentan a la ciencia como un conjunto de verdades
absolutas descubiertas por una sucesión de
personajes geniales, que se dan muy de vez en cuando como fenómenos de circo.
En esta idea de la ciencia, cada “gran genio” tiene una inspiración
repentina y añade un ladrillo inamovible a la construcción de la verdad absoluta: a Isaac Newton le cayó
una manzana en la cabeza y acto seguido formuló la ley de la gravitación
universal, Edwin Hubble se asomó por la mirilla del telescopio y vio el
universo expandirse, Albert Einstein dijo que todo es relativo y todos lo veneran sin discusión.
Por suerte, la ciencia no es así de
monolítica y aburrida. Más que la aceptación sumisa de verdades dictadas por
grandes genios, en la ciencia lo cotidiano es la discusión encarnizada (aunque
generalmente cortés).
Ninguna afirmación o descubrimiento en
la ciencia se acepta sin una buena dosis de oposición. Si hoy enseñamos a
Newton en la escuela es porque la discusión acerca de su trabajo ya sucedió.
Un científico además de probar (en el
sentido de ensayar) sus ideas hasta quedar personalmente satisfecho, tiene que
CONVENCER a una comunidad de profesionales muy exigentes que no lo van a dejar
salirse con la suya fácilmente. Una vez convencidos esos profesionales, la
afirmación se acepta, provisionalmente y hasta nuevo aviso. Y jamás se convence
a TODA la comunidad pertinente (o rara vez…).
Extraído y modificado de Guía de Aprendizaje Comprensión de la Ciencia
Sistema de Educación Media Superior -
Universidad de Guadalajara
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